sábado, 26 de junio de 2010

Hace unas semanas una amiga cometió una imprudencia que me costó un mal rato y la amistad de alguien más. Con el paso de los días he pensado mucho al respecto, me he dado cuenta que las personas cambiamos, nuestros intereses, gustos, miedos, cariños, y todo lo que el paso del tiempo implica nos convierte poco a poco en el resultado de nuestras decisiones.

Ese es el punto: no me gusta estar en situaciones donde no puedo decidir, donde las probabilidades de salir bien librada son pocas, donde termino siendo el pretexto de complejos y proyecciones ajenas y donde el resultado es darme cuenta que la amistad con ambas personas no era como yo la imaginaba.

Desde antes de este incidente estaba en terapia y había entendido el porqué de muchas situaciones que no me dejaban satisfecha, como dijo un buen amigo: "Hay pedas que son catárticas", y así fue. Me dí cuenta que nadie más que yo era responsable de la inconformidad en la que estaba, me dí cuenta que dí pie a situaciones que derivaron en el desagradable incidente al que he denominado "el zafarrancho", y neta que a esta edad ya no tengo por qué estar con personas que en este momento de mi vida no son lo que necesito, no olvido el cariño, las cosas chidas, ni dejo de agradecer el tiempo que estuvimos... pero eso ya fue.

Tal vez en otro momento volvamos a encontrarnos, pero por ahora tengo que poner orden en mí, en mis intereses, en mis gustos. Ed, con la sabiduría que le caracteriza me dijo: "Belita, como que ya es hora que le bajes a tu fiesta, ¿no? Ya te aventaste un año de reven y la resaca va a estar cabrona". Y tiene razón, el zafarrancho fue sólo una muestra de muchas cosas que podían pasar, no me gustaron los límites que rompí, no me gustó ser "tan buen pedo" y no hablar a tiempo. Claro que me la pasé pocamadre muchas veces, pero ya estuvo.

Y justo ahora que decido hacer un alto y dar "scan, heal, restart", aparece alguien que representa cosas bien chingonas, lo que a cualquiera le gustaría encontrar, algo nuevo, tranquilo... prefiero llevar muy despacio la cosa, y a ver hasta dónde llega, ya no tengo prisa de nada.

Y toda esta perorata viene de una actividad que me puso la terapeuta; me pidió que hiciera una lista de las cosas que más quería de la vida, a nivel personal y profesional. A la siguiente sesión me pidió una lista de las cosas que me gustaban de mi vida en este momento y hablamos de qué diferencias había entre una lista y otra y de qué consideraba que tenía que hacer para lograr que ambas fueran lo más parecidas posible.

Lo chingón fue encontrar algunas pistas, no estar tan perdida en lo que sé que puedo cambiar, en no tener miedo de soltar, en tener la sensatez suficiente para aceptar que ganar no es quedarse con el wey, y que el mundo no se acaba si el amor no es correspondido, lo triste sería quedarme a esperar a que me dieran las gracias, reconocer que ni tan amigos, ni tan cercanos y que no pase nada. El Sol sigue saliendo, río, salgo, trabajo, como, duermo, conozco y vivo. Eso es lo que realmente cuenta.


 

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